sábado, 5 de septiembre de 2015

En el nombre del cactus

Hace algunos años, en una casita soleada en los límites de Getafe, vivía una pareja de enamorados. Paco aventajaba a Pedro en edad, tan solo un par de años, pero eso le hacía tener la posición predominante; él era el que con tán sólo 26 años llevaba la carga económica al recién fundado hogar. Por las mañanas, a eso de las cinco de la madrugada, se levantaba, se duchaba, desayunaba y , tras vestirse, se iba directo al trabajo en la fábrica, a colocarle las fundas originales a los móviles. Pedro, por su parte se quedaba dormido hasta buena parte del mediodia. Cuando se conectaban en internet con sus aparatitos 4 g, Paco, siempre procuraba olvidar todo lo malo del dia; Por eso apenas le salían las palabras, y cuando le salía alguna, siempre era tosca y mal agarrada, asi que la tecnología no les servía de mucho; Pero después, corría a casa, a tiempo para llegar justo cuando Pedro comenzaba a cuidar de las plantas. Pedro, comenzó teniendo clavellines, pero se le quemaban, después intentó tener enredaderas, pero más de lo mismo. Ni la hiedra crecía en aquella amplia terraza a pesar de sus esfuerzos, y Paco siempre mirándole, quieto, inmovilizado, tratando de olvidar su dura jornada, frente al televisor durante horas, un día tras otro, sin apenas salir siquiera a tomar una cerveza. Las cosas llegaron hasta tal punto que Pedro comenzó a sentirse muy solo, comenzó a despertarse por las mañanas a la misma hora que su compañero, pero tán sólo para llorar, y cuando este volvía seguia llorando. Paco le trajo dos fundas de movil a Pedro, tenían dibujitos de cactus; Pedro cogió la idea al vuelo, comenzó con una de aquellas plantitas, luego media docena, la docena entera... En fin, la terraza entera llena de cactus, de diversas formas, tamaños, especies. Y Paco con su sonrisa forzada y tan parco en palabras como siempre. Pasado un año, Paco quiso cambiarle a Pedro la funda pero él se negó. Comenzó a cultivar una especie nueva de cactus, de color verde azulado, redonditos, con gajos casi como los de las naranjas, y con unas florecitas como rosa pálido se los había regalado la vecina del cuarto. Aquél se pilló tál mosqueo que pisoteó toda la nueva especie, no pasaron ni tres horas cuando comenzó a dormir con unas fuertes pesadillas: soñaba que estaba en el desierto y que Pablo venía a regarle, si, a regarle... y él se había convertido en un cactus. Pedro se preocupaba por él y le entendía, era la unica persona que había y le entendía atrapado en la forma del cactus, le consolaba y trataba con fidelidad... Cuando despertó en el hospital, allí estaba él, llorando sobre la cabecera de su cama. "Has tenido una crisis nerviosa, hemos tenido que sedarte, necesitas un cambio de aires" Le dijo un médico con bata blanca y estereoscopio, como los de antes. En cuanto le dieron el alta, Pedro donó todos los cactus al jardín Botánico, Paco dejó el trabajo en la fábrica y se fuerón los dos de vacaciones a los Pirineos a coger aire fresco y energía. La iban a necesitar para buscar una nueva vida.

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